Buenas prácticas educativas en pro de la inclusión

noviembre 19, 2016 | Publicado por: Hetza Cadena










A pesar de que la sociedad actual ha tenido un vertiginoso desarrollo tecnológico, económico, educativo e incluso político, la exclusión social es un proceso que continúa afectando diariamente en la vida de las personas.

Todos hemos sido, en alguna etapa de nuestras vidas, víctimas de una exclusión. Todos hemos vivido la dolorosa sensación de que no nos tienen en cuenta, nos discriminan de los grupos sociales o incluso nos apartan de los grupos en nuestro entorno laboral. Pero hay un sector de la sociedad para los que estos actos son, por desgracia, más significativos y determinantes: los menores de edad, ya sean niños o adolescentes. Esta etapa de la vida suele ser muy vulnerable, en donde todo ser humano siente que cualquier acto, bueno o malo, recibido por cualquier otra persona de forma concurrente se convierte en algo normal, habitual y de costumbre.
La exclusión social genera, en las mentes de los menores, la idea de indefensión, de imposibilidad de cambiar las cosas y de inercia negativa en el proceso cotidiano de vivir. José Antonio Luengo, en su artículo Menores y exclusión social: estar fuera se convierte en cotidiano (De la pobreza y marginalidad, el fracaso escolar y el acceso a bandas juveniles) explica tres escenarios significativos de la exclusión social en menores.
  • El primer escenario correspondería a la escasez de recursos que el menor tiene por la pobreza de origen y la marginalidad.
  • El segundo escenario muestra las disfunciones educativas (fracaso o absentismo escolar) que sufre el menor.
  • Por último, el tercer escenario habla del acceso y pertenencia a bandas juveniles como parte de su entorno social.
Según el Informe sobre el Estado Mundial de la Infancia difundido por UNICEF correspondiente al 2015, en España, el 34,4% de los menores vive en riesgo de pobreza o exclusión social, aumentando este riesgo con factores como: vivir en familias monoparentales, vivir en familias cuyos progenitores no alcanzaron la educación secundaria y vivir en una familia en la que al menos uno de los progenitores no mantiene la nacionalidad española, entre otros.
Por otro lado, las disfunciones educativas también son causantes de la exclusión social de los menores. Uno de los lugares en donde estos sufren más exclusión por parte de su entorno social es la escuela. Cada día es más frecuente que los menores se vean expuestos a soportar sensaciones de rechazo por parte de otros compañeros.
En ocasiones, la exclusión educativa guarda una estrecha relación con la sensación que tienen los menores de no ser valorados o tenidos en cuenta por la sociedad que los rodea. Esta exclusión social presenta múltiples caras: falta de acceso a los sistemas educativos, fracaso escolar, maltrato entre iguales por abuso de poder, desafecto, etc.
Finalmente, al buscar un escape a estas situaciones de exclusión en los entornos, los menores se dejan llevar por las bandas juveniles. Según el artículo El mapa de las bandas juveniles violentas en España: Interior tiene fichados 427 grupos, publicado por Europa Press, solo en el 2015 se incorporaron cientos de nuevos miembros  a estas organizaciones y casi el 15% de los detenidos por la Policía y la Guardia Civil, son menores.
El verdadero reto para combatir la exclusión social se sustenta en la educación de los adultos, para luego llegar a los menores. Los colegios tienen la capacidad de reaccionar ante este tipo de situaciones, pero se necesita una educación que fomente más la integración y participación de todos los agentes sociales. Empezando por los maestros de las escuelas, los padres de familia, los vecinos de los barrios, etc. se debe dotar a los sistemas sociales y educativos de los mecanismos suficientes para alcanzar el éxito personal, relacional y social.
La Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) muestra una Guía de buenas prácticas para la educación inclusiva, las cuales mencionamos a continuación:
1. Entorno sin barreras para el aprendizaje y la participación. Sin duda, la tecnología juega un papel importante porque facilita materiales adaptados a todas las necesidades del alumnado.
2. Herramientas para la vida, accesibles también a colectivos vulnerables. Los maestros han elaborado metodologías y materiales más contextualizados y centrados en el alumnado para que los alumnos que encuentran más barreras vuelvan a sentirse con ganas de aprender y quieran hacerlo.
3. Acceso a programas educativos en horario extraescolar. Las actividades adicionales pueden realizarse en espacios dentro o fuera del centro incrementando las oportunidades de aprendizaje y logrando la progresiva integración de otros agentes de la comunidad en la vida del centro.
Tetoca Actuar es una de esas organizaciones que trabajan para construir espacios, entornos y conciencias inclusivas, defendiendo siempre las buenas prácticas, apostando por la dinamización y la educación con el fin de luchar por el pleno desarrollo de la infancia y acabar con el absentismo escolar.

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